Renzo Vaccaro - still de video Cucao 2013
Texto para la exposición de profesores de la Escuela de Arte de la Universidad Católica de Temuco
No es
precisamente algún racionalismo inhibidor lo que generaría la reacción
liberadora de la subjetividad personal y las emociones que se manifiestan en
esta exposición, sino justamente la ausencia de cualquier racionalismo o, más
bien, la pérdida de toda fe en la razón –bien valga la paradoja. Con los
discursos agotados y sus emisores conmovedoramente perplejos ante la
indiferencia, con las esperanzas perdidas frente a la percepción de la
amoralidad de los poderes que las administran, con la evidencia de la vocación irrevocable
de la tecnología por el control del individuo y su codicia por los beneficios
de la guerra, no le queda al ser sensible sino remitirse a la introspección y emitir
una que otra señal en beneficio de la duda.
Más allá de
coincidir en la formación en Arte de los alumnos de la Universidad Católica de
Temuco, resulta sugerente encontrar en este grupo de expositores un vínculo
inmanente con el movimiento Sturm und
Drang de la segunda mitad del siglo XVIII. Esta corriente esencialmente
germana surgida como respuesta al racionalismo de la Ilustración, incluyó escritores
como Johann Wolfgang von Goethe y Friedrich Schiller junto a compositores como Josef
Haydn, Wolfgang Amadeus Mozart y tres de los hijos de Johann Sebastian Bach,
particularmente en sus composiciones en tono menor. Sin embargo, la claridad de
aquel movimiento como contrapartida a la estrictez conceptual y los arquetipos
estéticos de su época se remite hoy apenas a una anhelada referencia frente a
la entropía de los conflictos que vivimos, donde el artista solo puede aportar su
pregunta impertinente si es capaz de sortear primero el nihilismo al que lo
conduce la sociedad.
Importa entonces
cómo estos nueve autores de contenidos, lenguajes y medios tan diversos, que
desarrollaron sus trabajos en la privacidad de sus talleres y con escaso
intercambio entre sí, coinciden en proyectar la voz de su disidencia por medio
de paisajes inexistentes (Cravero), impensados (Fonseca) o traspuestos
(Vaccaro), de un altar apócrifo (Mellado) o un políptico del despojo (Torres), de
la sensualidad introvertida (Pérez) o la extroversión de la dureza (Lagos), de un
retrato inaprehensible (Guíñez) o un sofá hostil a fin de cuentas (Gallardo). En
los tiempos que corren el quehacer del arte se ha convertido en una suerte de
tautología, pues sus propuestas se ven remitidas una y otra vez al vacío que
apuntan resolver y del cual parecieran no saber sustraerse. No obstante este
contexto en el que todo vale y nada cuenta, el sentido perdido bien puede estar
esperando al rayar el nuevo día, de tal modo que vale la pena levantarse temprano
e intentar la próxima obra.
Mario Fonseca
Temuco,
noviembre 2013