Lo Permanente y el Cambio






De arriba abajo, obras de Cécile Boucher, Mario Fonseca, Teresa Gazitúa, José Mansilla-Miranda, Matilde Marín y Silvia Rivas

Texto para la exposición "636 - Seis ríos Tres países Seis artistas", curada por Mario Fonseca, Museo de Arte Contemporáneo, Santiago

Las olas siempre distintas de los ríos siempre iguales
Bhagavad Gita

Las identidades nacionales se fundaron en los ríos, y así también las guerras tribales derivadas de las ocupaciones imperiales, que pronto hicieron de estos ríos sus fronteras, dividiendo en dos a las naciones que convergían en ellas. Los ríos han sido testigos de todo, desde la vida hasta la muerte. En ellos fueron lavados los niños que años después flotarían muertos a la deriva, arrastrados por la corriente. Las aguas que calmaron la sed servirían más tarde para limpiar los cuerpos que habría que amortajar; las aguas que irrigaron las cosechas serían empleadas más adelante para apagar el fuego de los graneros. En los ríos se ablandaron el junquillo y la greda y se forjaron las espadas. El río, de la mano del hombre, ha sido siempre una paradoja.

Fuente de energía a la vez que vertedero de desechos, el río es intervenido, desviado, deformado o degradado hoy con el aliciente del progreso. La deforestación río arriba desborda su caudal sobrepasándolo con los deslizamientos de la montaña; la forestación río abajo acaba por mermarlo y secarlo. Las industrias ribereñas ocupan sus aguas en compuestos activos que posteriormente devuelven a la corriente acabando por matar plantas, animales y al propio ser humano, envenenándolo silenciosamente. El progreso exacerba la alimentación de los salmones y relava minerales; garabatea los cursos de los ríos con acero, cemento y cables de alta tensión, inunda territorios ancestrales convirtiendo en cieno cosmogonías de culturas originarias; licua sus fuentes deshielando glaciares para picar oro. Llevado por una proactividad unívoca, el hombre no cae en cuenta que en el desarrollo de la ecuación que lo moviliza ejecutó en algún momento una operación errada que ha determinado que todo avance o paliativo carezca de destino viable. Por el contrario, persiste majaderamente en su ecuación desahuciada.

La exposición "636 – Seis ríos Tres países Seis artistas" no tiene que ver con estas instancias desencantadas de los ríos de la mano del hombre. Aunque sugiere en algunos momentos el conflicto entre el desarrollo y la naturaleza, lo hace aludiendo a la preeminencia de ésta en el buen desenvolvimiento de aquél. La presente muestra se refiere a lo otro, a aquello que trasciende los errores humanos aproximándose más bien a lo esencial del hombre en su relación con el río. Los seis ríos convocados –Snake, Ottawa, Maipo, Cruces, La Plata y Rivadavia– traen en sus aguas vivencias esenciales de cada artista, hayan sido éstos protagonistas o testigos de los acontecimientos que relatan en sus metáforas visuales. Las obras se refieren a los cambios que los ríos han suscitado en los autores, aproximándose de este modo al delta universal que señala el Bhagavad Gita: nuestras vidas son las olas siempre distintas del río que ha sido siempre común a todos. Las obras hablan así del cambio individual al interior de un mismo río.

El Maipo cambia día a día por la influencia de las estaciones, tal como el Rivadavia no ha cambiado siglo a siglo por la ausencia de la influencia humana; el Río de la Plata arrastra en su ancha corriente los cambios dramáticos que han atestiguado sus aguas y riberas, mientras el río Cruces declina las tres primeras personas del verbo morir tal como podría declinar –a cambio– las del verbo vivir; la cartografía del Ottawa, en fin, describe una geografía humana construida en el tiempo a través de muchas vidas en permanente cambio, en tanto la del río Snake evoca el cambio a una nueva vida tras la inminencia de la muerte. No obstante, detrás de estos cambios, detrás del origen y el devenir de estos ríos y los artistas que los descienden, detrás de todo lo que podamos ver, interpretar, conservar o destruir, detrás incluso del Bhagavad Gita, se impone el cambio omnisciente y omnímodo de la naturaleza: quienes vean fluir el río Rivadavia en las imágenes de Matilde Marín, registradas a comienzos de este año, deberán saber que esas aguas ya no existen como las ven; en abril pasado fueron cubiertas por las cenizas del volcán Chaitén, y el río ya no es más el mismo río.

Mario Fonseca
Santiago, junio 2008