Gestos del acero




Esculturas de Cristina Pizarro (arriba), Alicia Larraín (centro) y Alejandra Ruddoff

Un paseo a llevar a cabo con cierta frecuencia es el recorrido del Parque de las Esculturas de Providencia, ubicado a lo largo del río entre los puentes Pedro de Valdivia y Padre Letelier. Para empezar, el parque en sí es muy hermoso y está bien mantenido, y de tanto en tanto se incorpora una nueva escultura a la colección, que ya supera las 30 piezas. No obstante, suelen producirse desequilibrios en tamaño y en calidad, a lo que contribuye muchas veces el mal emplazamiento de las esculturas, como la majadera simetría radial del montaje del trío de Cristián Salineros, o la doble hoja de granito de Francisco Gazitúa, curiosa en su simetría que propone una mirada de largo aliento al río, pero que al haber quedado ligeramente orientada hacia el muro de contención de éste, acabó por embotar su perspectiva. Peor es la ubicación de los dos fragmentos monumentales de José Vicente Gajardo, en un rincón olvidado junto a carretillas e implementos de aseo, y de la pieza de Claudio Girola, que no puede ser vista en todo su perímetro. Como algunas otras, la escultura de Hilda Rochna clama por duplicar su formato, y no sólo para defenderse de la mole de su plinto, sino para manifestar plenamente sus atributos.

Hechas estas excepciones, junto a las obras clásicas de los poco más de veinte años que lleva el Parque hay tres incorporaciones recientes, que corresponden a trabajos en acero de las escultoras Alejandra Ruddoff, Alicia Larraín y Cristina Pizarro, distribuidas pertinentemente a lo largo de los lomajes que enmarcan los puentes. Pizarro ofrece una obra imponente a la vez que ágil en su trazo, cuya superficie refleja todas las luces que le quieren dar el pasto y los árboles, el sol y el cielo, hacia el cual asciende como un espiral sinfín. Larraín nos permite apreciar, libre ya de la estrechez y oscuridad de la sala Chile, el gran volumen transparente por el cual discurre el paisaje de la ciudad, y en cuya estructura el orden y el laberinto han descubierto un ancestro común. Encaramada a mitad del río, Ruddoff lanza en fin un gesto vertiginoso, osado y crítico a la vez hacia el horizonte, donde las grúas de la soberbia languidecen detenidas temporalmente por su propia codicia.

Parque de las Esculturas

Avenida Santa María s/n, Providencia

Abierto todo el año


El Sábado 546 – Arte 355

27.02.09. (para publicar el 07.03.09.)