El archipiélago de Pablo Ferrer




Texto para la exposición "Islas" de Pablo Ferrer en la Sala de la Universidad Mayor, Temuco

Las pinturas de Pablo Ferrer son a la vez un homenaje y una zancadilla a la propia pintura y a su venerable Historia. Partiendo de la base de que toda pintura –y toda obra de arte– no es más que una ficción, en la cual la representación jamás podrá ser exacta en las medidas, fidedigna en los rasgos y cabal en el sentido de lo que representa, este artista se permite jugar en los intersticios del conflicto al amparo del espléndido camuflaje que le aporta su inveterada habilidad técnica y cierto afecto por el embelesamiento del prójimo. Sus obras, en el primer contacto con ellas, siempre han sorprendido, despejando el terreno para avanzar en la instalación de la subjetividad en la mirada del espectador aún encandilado por los efectos. Pero una vez ganado este espacio, el discurso subyacente se erige en el interior de dicho espectador y hace suyo el territorio de su percepción, dando inicio a una serie de inquietudes cuya primera evidencia es una suerte de incomodidad: ¿Por qué esto? ¿Por qué tan grande? ¿Es una maqueta, ya que se nota la manufactura de los elementos? ¿Qué hacen esos objetos reales junto a estos juguetes? Y en los videos, algo semejante: ¿De qué está hecha esa taza?

A lo largo del tiempo, la pintura figurativa fue pasando del conjuro a lo simbólico, de la representación a la alusión. Hoy suma todas las tradiciones y las cuestiona, las critica, las recicla o las reivindica, y va construyendo así a su vez una nueva tradición. Sin embargo, surgen en este proceso instancias imprevistas por los interlocutores convocados, en que las preguntas de hoy encuentran respuestas que han esperado en el tiempo el momento de ser consultadas, como la taza de Zurbarán, por ejemplo, que vino a aportarle un punto de partida a Pablo Ferrer, tal como en su momento se lo debe haber dado a Giorgio Morandi. Es más, quizás Francisco Zurbarán también dejó latente a su joven Jesús hiriéndose con una espina ante la apesadumbrada mirada de María para que Ferrer lo evocara en el desangramiento de la taza en su video, quién sabe. No está demás recordar que una década atrás Rubens ya le había permitido a Ferrer reinterpretar su Rapto de las hijas de Leucipo a tamaño real...

El conjunto de obras que conforman la muestra "Islas" de Pablo Ferrer, cual archipiélago disperso en la sala, incluye pinturas de faenas en terreno y una demolición, impresiones digitales con fragmentos de paisajes, y tres videos dispares entre sí. Desde un solo autor podemos apreciar distintos soportes, técnicas diversas y énfasis particulares para desarrollar una persistente variedad de incursiones y asedios a la representación, y todo ello ocupándola a la vez como medio y como fin. En cada pieza el artista busca configurar una escena en la cual acontece un evento, donde a veces el paisaje toma protagonismo por delante de los personajes pero son éstos o sus huellas las que articulan finalmente los acontecimientos. Es a través de estas instancias pictóricas que se articula un discurso cargado de contradicciones que pone en manifiesto la inestabilidad inveterada de la representación, pero es a la vez esta entelequia la que enriquece esta opción en el arte y la proyecta auspiciosamente hacia adelante. Navegando por los fiordos y canales del archipiélago, descubrimos muy pronto que las obras de Pablo Ferrer no son precisamente las islas sino las naves que nos desplazan de una a otra.

Mario Fonseca 
Agosto 2013