La sexta página


Tres de las cinco páginas de Daniela Müller

Tres de las cinco páginas de Patricia Valle

Texto para la exposición "El revólver de Moisés" de Daniela Müller y Patricia Valle en la Sala Gasco, octubre 2012

La historieta es tan antigua como los pictogramas sumerios, los jeroglíficos egipcios o los logogramas mayas: desarrolla un relato a partir de imágenes y signos que evocan los hechos y personajes que lo motivan. La ficción y la realidad no tienen límites perceptibles, bien lo sabemos, y uno de sus mejores territorios son justamente las historietas, pues su lenguaje sincrético se despliega abarcando por igual lo documental y lo elaborado. En una historieta se puede dar cuenta de los Padres de la Patria o convocar a los Ngen, seguir las Vidas Ejemplares o las aventuras de Ogú, puede llevarse al cine a Spiderman o extraer del cine a Geisthawk, exaltar con la vida de Madonna o ensoñar con la de Sissi, que no es precisamente la de Isabel de Baviera. La historieta –el cómic– permite que la realidad se haga ficción, y viceversa. 

Moisés fue extraído de las aguas, dicen las tradiciones, y creció en la familia del faraón, mas no se sabe bien de cuál de ellos, quizás Tutmosis III o Horemheb –un largo siglo media entre ambos–, o en la del propio Akenatón, en fin, que implantó el monoteísmo (premonición judeo-islámico-cristiana) por breves 17 años. Y de no haber integrado la familia de algún faraón de la XVIII dinastía que subyugara al pueblo israelita, se especula que el Éxodo que lideró pudo producirse bajo el reinado de Ramsés II, bien entrada la XIX dinastía, como también que Moisés habría sido un egipcio renegado... Una historieta sobre Moisés daría entonces para muchas versiones y secuelas, más aún siendo el personaje del Antiguo Testamento más citado en el Nuevo Testamento y contabilizando a su vez 502 menciones en el Corán. 

Daniela Müller y Patricia Valle presentan sendas historietas desarrolladas a partir del emblemático a la vez que veleidoso personaje de Moisés, proyectando nuevas facetas plausibles de su hipotética vida para investirla de renovados visos de trascendencia. Pero no es que se hayan propuesto ilustrar parajes escondidos de las Escrituras o desglosar alguna inédita Aggadah para comentarlas, sino que coincidieron en asignarle un nombre de cierta densidad al personaje que auspicia desde las sombras las aventuras de sus heroínas. Sin embargo, aunque la espontaneidad de la elección pudiera aligerar un poco la carga, se trata de una coincidencia en nada inocua, empezando por la complejidad de sus respectivos Moisés y la riqueza argumental que moviliza a las diligentes receptoras de sus misiones.

El Moisés de Daniela Müller llegó de algún recóndito Universo perdido en el tiempo a combatir el ingente poder de inteligencias superiores que paulatinamente están controlando a la Humanidad, despojándola de su conciencia y voluntad. Un descuido hará que lo apresen, pero en previsión de este percance elige a una joven para que, dotada de los poderes que le transfiere, continúe su misión dejando pasar un lapso cautelar de 100 años. La heroína –Mara– habrá de conocer e involucrarse con Charly, un escritor amigo de Moisés, inmortal pero decepcionado, que no vislumbra esperanza alguna de cambiar la fatalidad imperante y que considera a Moisés un iluso. Se desarrollan los hechos, Mara va eliminando a los líderes imperiales, pero es finalmente muerta en su último cometido, lo que apena enormemente a Charly, si bien, por virtud de su sacrificio, Moisés queda liberado. Mientras se alejan hacia el horizonte, Moisés le confiesa a su amigo Charly que Mara era su hija.

Por su parte, el Moisés de Patricia Valle empieza a manifestarse cuando la heroína –en este caso sin nombre– es aún una niña que disfruta los paseos a la casa campestre de su abuelo. Hay allí una piscina a la cual suele acercarse para ver su rostro reflejado, ocasiones en las cuales escucha una voz que le reitera que ella es la elegida para luchar contra el mal. Pasan los años hasta que una tarde a fines de verano ella vuelve a la piscina, pero esta vez no ve su rostro reflejado sino una pirámide rotando en el agua, en tanto la voz le anuncia que ha llegado el día en que recibirá el arma para combatir el mal. De regreso a Santiago en su automóvil éste deja de funcionar repentinamente, y mientras sale del vehículo una nave desciende del cielo, momento en que ella pierde la conciencia. Despierta a la madrugada siguiente junto al auto y con una cadena en el bolsillo, la cuelga en el espejo retrovisor mientras se pregunta por el sentido de la pirámide que pende de ella. Posteriormente y por medio de una hipnosis regresiva puede recordar que fue abducida por la nave, en cuyo interior un joven se presentó como Moisés –aquí el mismo que ascendió al Monte Sinaí y recibió las Tablas de la Ley–, quien le entregó la cadena con la pirámide, prometiéndole que pronto le daría las instrucciones para su uso y despidiéndose de ella con un beso.

Las historietas se despliegan en cinco grandes páginas cada una, integradas por los distintos recuadros con las escenas que dan cuenta de los acontecimientos esenciales. El tratamiento pictórico es prolijo, si bien dentro de los parámetros esquemáticos propios del cómic de acción, al punto que a primera vista no se distinguen mayormente las improntas individuales de cada autora. Esta semejanza es funcional al propósito de la muestra, cual es el desarrollo de contenidos en lenguaje de historieta, y a ella contribuye, además del formato uniforme de las páginas, el que ambos relatos sean protagonizados por heroínas y el que los dos estén insertos en un contexto anticipatorio y de ciencia ficción. Además de ser Moisés el urdidor común de ambas historias, por cierto.

¿Quién es, a fin de cuentas, este Moisés amparador y demandante a la vez, que se vale de dos jóvenes mujeres para llevar adelante sus altruistas emprendimientos –con la mano del gato? ¿Quién es ese que envía a su hija al sacrificio por la salvación de la Humanidad, garantizando de paso su propio rescate a todo evento? ¿Quién es ese otro que embelesa desde niña a la mujer que más tarde va abducir a cambio de una joya con su pirámide y reiteradas promesas –amenazas, digamos– de luchas a emprender por el bien del bien? Daniela Müller y Patricia Valle, las heroínas acá, parecen creer en ese hombre y estar dispuestas a seguir sus designios aplicadamente, con entusiasmo incluso. No obstante, adelantan los acontecimientos para dejar constancia de lo que va a suceder, pintan su devenir en rectángulos dramáticos que dan cuenta de la exaltación y del oprobio por igual, transparentando a Moisés desde la opacidad de su investidura. Lo que sigue es incierto. La sexta página podrá dilucidarlo, quién sabe. Él sabe. 

Mario Fonseca 
Santiago, octubre 2012