La moda como arte


Traje de Marilyn Monroe, 1956 (de Rachelle – Film and Court Couture)

Hay un momento, más bien escaso, en que los aspectos formales de un diseño trascienden la funcionalidad prioritaria de su cometido para entrar en los imponderables del arte. Ello ocurriría, especulando al respecto, cuando un objeto utilitario –y por ende escindido del arte, que es esencialmente inútil en términos prácticos– es capaz de impregnarse de contenidos emocionales subjetivos que superen lo meramente estético, punto en común donde se tiende a confundir el diseño con el arte. En el caso de la moda, esta instancia sensible suele emerger de la evocación de la época o los personajes que vistieron unos trajes determinados, para, una vez superado lo meramente anecdótico, evolucionar hacia una sublimación rica en estímulos intelectuales, espirituales y sensoriales combinados, que son de algún modo lo que constituye el arte.


El Museo de la Moda, creado por Jorge Yarur Bascuñán en la gran casa familiar de Vitacura, es una institución surgida de los afectos de este hijo único hacia sus padres y hacia las actividades que éstos desarrollaron a su alrededor durante su infancia y juventud. Esta impronta sensible es equivalente en importancia al relevante cuerpo patrimonial con que cuenta el Museo, que supera las 8 mil piezas de vestuario desde el siglo XVII hasta nuestros días, pues rige con intensidad y reverencia, admiración y prolijidad, todos sus aspectos museográficos, curatoriales y de conservación. Mas, lo que aquí nos atañe es el impacto que pueden producir algunas piezas de vestuario al introducirnos en los perímetros del arte, algo que puede suceder incluso fuera del contexto objetivo de la prenda, como es el caso de un traje de piloto de la Luftwaffe, cuyo tratamiento excede paulatinamente lo funcional hasta seducir por su composición de planos y texturas en una rica gama de marrones y grises. También está la conocida camisa de dormir de Rita Hayworth, ante la cual el estímulo sensual salta de la prenda a la imagen de la actriz tocada con ella y de regreso a la prenda, generando discusiones mentales sobre la preemincia de la investidura o el investido. No obstante, es ante el traje de Marilyn Monroe, fruncido, pequeño y casi inmovilizador, sin foto alguna de su dueña que lo acompañe y así, insondablemente vacío de ella, donde se percibe, en un sólo gesto rojo, la pasión y el drama de la vida.


Museo de la Moda

Avenida Vitacura 4562, Vitacura

Abierto todo el año


El Sábado 543 – Arte 352

06.02.09. (para publicar el 14.02.09.)