Alicia Larraín - El nudo del abalorio



Texto para la exposición "Errantes" en el Parque de las Esculturas, Santiago


Desde antiguo, el hombre se ha desplazado en busca de territorios favorables a sus necesidades de supervivencia. Inicialmente ello no fue traumático, en cuanto estos tránsitos solían culminar en beneficios tangibles que resolvían, aunque fuera temporalmente, las urgencias de los migrantes, permitiéndoles además familiarizarse con lugares donde podrían volver en alguna futura traslación. El nomadismo exploratorio sin destino previsto tornó así en la trashumancia, simbolizada por el retorno periódico a los pastos aptos para alimentar al ganado que los migrantes habían empezado a llevar con ellos. Así se constituyeron también los primeros asentamientos temporales a los que estos grupos retornaban pautados principalmente por el clima. El proceso generó la institución incipiente de costumbres sociales, como ceremonias de iniciación y la formación de parejas, así como la generación de rituales propiciatorios, animistas en un comienzo y más sublimes con el tiempo. Las necesidades materiales unidas a las espirituales dieron lugar a la manufactura de objetos prácticos tocados por simbolismos, deviniendo en las primeras manifestaciones culturales tangibles.


Alicia Larraín evoca aquellos desplazamientos culminantes de entonces al abordar las migraciones contemporáneas, donde ya no son los pastos o el clima lo que determina un traslado sino el acoso súbito de una guerra o la erosión irreversible del subdesarrollo crónico. Aquí ya no hay trashumancia –el viaje suele ser sin retorno–, ni tampoco el nomadismo de largo aliento de antaño. Aquí por lo general se huye, y por lo tanto los grupos se instalan adonde son recibidos, sin hacer más preguntas, sin cuestionarse si el espacio ofrece otra posibilidad que no sea el asilo físico. Lo cultural pasa a segundo plano; a veces puede hibernar y pervive, otras no pasa tanto invierno y se diluye en el olvido. Se lo traga la supervivencia en el territorio ajeno, las reglas del otro, la cultura del otro. No obstante, como aquellas semillas que en el desierto pueden pasar centurias sin manifestarse hasta que una lluvia impensada las vuelve a florecer, así también la humedad identitaria permea un buen día el exilio y eclosiona lo ancestral. A que esto suceda contribuye muchas veces el otro, el mismo dueño del territorio local u otros migrantes provenientes de distintas latitudes que convergen en este espacio gregario.


En su gran decaplano Errantes Alicia Larraín interpreta la épica de la preservación de la cultura. Sus siluetas transparentes vienen desde lejos desde siempre, sus perfiles lineales abstraen el tiempo y la distancia, su verticalidad la dignidad incólume y una vocación por continuar la marcha por más que la desesperanza sea su único motor: de lo contrario ya habrían arribado, ya habrían dejado de marchar. Los pueblos siguen marchando aun cuando permanezcan arraigados en otro territorio. Giran en círculos pero no dejan de marchar. Marchan con sus símbolos ancestrales y llevan también aquéllos que la consignación de su memoria les induce trasladar; llevan sus ábacos para calcular los intercambios, muchas veces injustos, y llevan también los quipus donde anudan su pasado y las lecciones que éste les ha venido dando. Las semillas y los nudos conjuran el pasado y el futuro del deambular de su cultura. Y en tanto avanzan, el manto alado del Corenque propicia el presente, desplegando cobijo y orientación a la vez, leyendo los vientos y las olas, intercediendo ante los dioses.



Pareciera ser que el destino de los pueblos es la hibridación. Medio milenio han esperado las culturas andinas y están dispuestas a esperar otro tanto en la certeza de que el mal venido de allende los mares, profetizado y cumplido, tiene su plazo y va pasar. Pero la historia no es un zigzag de reflejos sino un espiral ascendente, y entonces lo que viene por delante es la profusión de sus partes, la urdimbre polisémica de todas las marchas de todas las culturas. ¿Cuán chileno es un mapuche? ¿Cuán mapuche es un chileno? ¿Adónde ponemos el huayno, la cumbia, la cueca y el bolero? ¿Adónde el rock y el regatón? "La hibridación aparece hoy como el concepto que permite lecturas abiertas y plurales de las mezclas históricas, y construir proyectos de convivencia despojados de las tendencias a resolver conflictos multidimensionales a través de políticas de purificación étnica", anota Néstor García. Alicia Larraín avanza en esta dirección, al amparo de su manto alado, del Corenque de Wiracocha, guiando al decaplano de sus Errantes hacia el espiral ecuménico donde empieza a ser hilado el tapiz universal.


Prolija en la materia, pródiga en el espíritu, Alicia Larraín se figura el devenir de la cultura como un crisol de la entropía, donde la migración forzada de nuestro tiempo finalmente se redima en una multiculturalidad capaz de recuperar las identidades inmanentes, y proyectarlas, imbricadas.


Mario Fonseca

Santiago, mayo 2011