Divergencias - 11 aproximaciones al registro fotográfico

 Verónica Aguirrre

Elisa Bertelsen

Antonia Cruz 

Marcelo Fernández 

 Mario Fonseca 

Alicia Larraín 

Sebastián Mejía 

Guisela Munita 

Alejandra Undurraga

Macarena Wall

Enrique Zamudio

Texto sobre la muestra "Divergencias" presentada en el Centro Cultural de Chile en Buenos Aires, septiembre 2012

La propuesta curatorial de "Divergencias" aborda el trabajo de once artistas visuales que emplean el registro fotográfico como una instancia para desarrollar contenidos conceptuales y expresivos que se proyectan más allá de la documentación o lo testimonial. Propio de otros campos utilitarios de la fotografía, como el periodismo, las ciencias o la publicidad, el registro fotográfico es acá un recurso para generar una creación metafórica y simbólica que cuestiona precisamente las atribuciones de la realidad objetiva. Incluso en trabajos más próximos a lo tangible, las imágenes no pueden sino consignar los residuos de vicisitudes y vivencias largamente superadas por los hechos mismos que originaron su evocación póstuma: la catástrofe (Undurraga), el abandono (Munita), la muerte (Bertelsen). Y ello porque acá no interesan estos hechos en primera instancia, como tampoco sus consecuencias evidentes, sino el impacto emocional y su incidencia sensible en los autores de las imágenes, algo sobre lo cual sólo puede dar cuenta una pieza de arte. 

La capacidad de congelar el tiempo es émula de la pintura, mas la fotografía permitiría, a través de la instantánea, desarrollar un nuevo discurso de la pose, más "natural" si se quiere; los conflictos emergen cuando ambos medios, pintura y fotografía, intercambian sus supuestos formales y conceptuales (Fernández), infiltrando la pregunta de quién sirve a quién finalmente. De modo semejante, el registro de un movimiento –y da lo mismo acá si este registro es voluntario o involuntario (Fonseca)– implica la captación de una realidad intrínsecamente transitoria, de cuyo paso sólo quedan huellas de luz y color.

En un vértice distinto de este poliedro de divergencias, las deformaciones expresas de lo presuntamente real en que incurren otros participantes (Cruz, modificando un archivo; Wall, modificando el modelo en vivo; Zamudio, modificando el medio de percepción) permiten no sólo confrontar esta realidad como una opción más, sino cuestionar las restricciones objetivas que ella misma quiere imponer, al oponerle una suerte de "qué pasaría si..." donde la fotografía hace que ello pase. De tal manera que estos cuestionamientos morfológicos o perceptivos asociados al estándar de lo real no lo ponen tanto en duda como finalmente lo expanden.

Frente a estas disquisiciones cruzadas se instala la fotografía que sólo puede ser fotografía, y no solamente por el uso cabal de los recursos técnicos que le son propios, sino por la exaltación de éstos, como la deformación óptica de los lentes cortos o la concentración explícita de la luz (Mejía). Por el contrario, en el extremo opuesto de estos usos de la fotografía, se encuentra su ocupación estrictamente funcional a una idea que sólo puede concretarse por medio de ella –como el azar introspectivo donde los naipes y su protagonista se materializan a través del registro fotográfico y su intervención digital (Larraín)–, pero la cual es rebasada por una finalidad conceptual y formalmente ajena a la fotografía misma.

No obstante y por más que sutil, o gracias a ello, la intervención de la realidad queda instituida como atributo fotográfico. Los recursos digitales han contribuido a exacerbar estas intervenciones sembrando una nueva duda, la de qué es efectivamente qué en la escena, pero –más interesante aún–, la de cuál de estos qué es el que vale a fin de cuentas. Al ser asumida con asertividad, la experimentación digital (Aguirre) genera un nuevo lenguaje que ya no se mide desde la factibilidad de su contenido sino desde la intensidad expresiva de sus resultados, deviniendo en que, paulatinamente, lo metafórico pase a constituirse en la realidad.

Mario Fonseca

Santiago, agosto 2012